Resultaría paradójico creer que este film es sólo eso: una mera película. Todos los años, es reconfortante encontrarse con una serie de títulos que diseccionan con una exactitud asombrosa la anatomía esencial del hombre. Y no es aquella que podamos encontrar en cualquier libro de medicina o biología. Hablamos de una creación aún más asombrosa y compleja que ésa: hablamos de los sentimientos, las emociones... y el compendio de todas ellas que nos forman en una conjugación tan admirable como imperfecta.Escucha una canción de la BSO de la película.
Cuando nos rompen el equilibrio emocional, cuando nos fracturamos la tecla que agita nuestro corazón, nos volvemos seres derivados hacia una situación oscura, pavorosamente incierta. Y no hay mayor miedo para el hombre que la incertidumbre...
A Jean - Dominique Bauby, el equilibrio emocional se le rompió en el momento en que despertó en una cama de un hospital y comprobó que desde entonces iba a permanecer cautivo en su propio cuerpo. La premisa con la que se inicia "La escafandra y la mariposa" no es fácilmente digerible: de forma muy abrupta, Schnabel nos ha metido en la boca del lobo, nos ha adentrado en esa oscuridad y el espectador permanece aturdido, al igual que el personaje de la película, ante esa novedosa situación en la que nos encontramos. Ayuda, y mucho, que la cámara actúe en primer persona y que podamos llegar a identificarnos con la triste desventura del protagonista. De una manera milagrosa, Schnabel es capaz de deslizarnos por el interior de ese hombre encerrado. Pero no sólo nos permite conocer sus emociones, sino también nos abre las puertas a su mundo imaginario, a su simple pero a la vez complicada forma de evasión de la realidad. La identificación que se crea entre el personaje y el espectador es absoluto, y ésa es la fórmula mágica que logra que esta película roze la maestría.
Estamos ante puro cine, ante una película que utiliza su propia naturaleza para deleitarnos con un juego mágico de imágenes y montaje, que nos cautiva desde el primer momento y que nos mantiene en una pesadilla dulce durante toda la película. Es fácil caer en la comparación entre la película de Schnabel y "Mar adentro", pues ambas tratan una misma temática aunque con un corte muy diferente. La película de Amenábar va al grano, sin fantasías (salvo un momento del metraje) ni contemplaciones. Quiere mostrar algo y lo hace, sin más, y cae en el juicio moral. Schnabel no cae en la trampa. Cuenta una historia similar, pero prefiere hacerlo desde un prisma más amable y poético. No elude el tema que subyace siempre en esta tipo de películas, pero lo que quiere contarnos en una historia profunda, que nos permite penetrar en lo más interno del corazón de este hombre que sólo se puede comunicar a través del parpadeo de su ojo izquierdo. Sólo directores con una sensibilidad artística como la de Schnabel serían capaces de llevar a buen puerto esta tarea, y si tengo que elegir entre su película o la de Amenábar, me quedo con la suya.
Mathieu Amalric logra sorprendernos con un trabajo magistral, y son muy sabrosas también las intervenciones de Max Von Sydow y de una bellísima Emannuelle Seigner. Pero esta película no lograría su alto nivel si no fuera por un excelente montaje y, sobre todo, un trabajo espectacular, maravilloso e impecable del director de fotografía Janusz Kaminski. Sólo a través del ingenio de la cámara podemos abrazar las emociones del protagonista y su trabajo es de lo mejor que he visto yo en mucho tiempo en el cine, y por supuesto se habría merecido un Oscar como rúbrica a esa talentoso labor que acomete en la película de Schnabel.
"La escanfandra y la mariposa" es, por tanto, una excepcional película, la mejor de la breve filmografía de su director y un profundo análisis, como ya he dicho, del ser humano en el área más complicada que pueda haber: la que habla de cómo somos en realidad.
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